Mens sana y corpore sano
Desde hace unos años —por suerte—,
hemos comenzado a darnos más importancia a nosotros mismos, tanto a nuestra
mente como a nuestro cuerpo.
Este es el caso de esta historia.
Una pareja —con estudios y un nivel cultural alto— que cuida tanto su mente
como su cuerpo; comida sana, nada de excesos y sobre todo ejercicio, mucho
ejercicio.
Contactaron conmigo ya que querían
tener relaciones delante de una persona que no participara y que no pusiera en
riesgo su identidad. Quedamos en su casa y llegaron tarde, por lo que me
pidieron disculpas. Habían ido al gimnasio y se les había echado el tiempo
encima. Ni siquiera habían tenido tiempo de ducharse.
—¿Te apetece tomar algo? Así
mientras nos duchamos para quitarnos el sudor —dijo él.
Me senté en el sillón de su salón
con una cervecita.
—Vamos a ducharnos juntos y así
tardamos menos —dijo ella.
Así lo hicieron. Se fueron al cuarto
de baño de su habitación mientras yo esperaba a que aparecieran para charlar un
rato y ver qué querían hacer. Mientras esperaba, comencé a escuchar sonidos que
me resultaban muy familiares, pero no sabía de dónde procedían. Me levanté y
fui acercándome a la fuente de aquel sonido que me llevó a la habitación donde
estaban ellos con la puerta entreabierta. Entré. Estaban en el baño con la
puerta totalmente abierta y reconocí aquel sonido que me resultaba familiar;
eran gemidos de sexo. Me asomé y comprobé que se habían metido en la ducha
juntos para tardar menos, pero una cosa llevó a la otra y no pudieron evitarlo.
Al ver aquella escena, el calor de la excitación comenzó a recorrer todo mi
cuerpo, así que me quedé allí a disfrutar.
Ella estaba enjabonada, tenía su
cara y sus pechos apoyados en la mampara y se deslizaban por ella, a la par que
él la empotraba por detrás. Tardó poco en darse cuenta que estaba en la puerta
mirándolos y su cara y su mirada se volvieron aún más pícaras. Que yo estuviera
allí —lejos de molestarla—, le gustaba. Su comportamiento se hizo más sensual,
moviendo más sus caderas mientras era penetrada; tocándose el pecho pellizcando
los pezones; acariciando su clítoris humedecido por el agua de la ducha y por
su humedad interior. Todo esto sin apartar la mirada de mí. Él, aún no se había
dado cuenta de mi presencia. A parte de disfrutar del sexo que estaba
recibiendo, quería encenderme con su forma de actuar. Si esa era su idea,
acertó, ya que en mis pantalones se empezaba a notar lo excitado que estaba
viéndola. Se incorporó, apoyó la espalda contra la pared y puso su pie en el
grifo. Su pubis tenía vello, pero estaba perfectamente perfilado. Cogió el pene
de su pareja y se lo introdujo, lo abrazó por el cuello mientras él miraba
hacia la pared sin percatarse que estaba siendo protagonista de una escena de
sexo con espectadores. La empotraba y la empujaba contra la pared, su cara se
mezclaba con gestos de placer y otros que indicaban que no podía respirar. Eso
la excitaba, sentir placer y dolor al mismo tiempo.
—Dame más. Más fuerte, más fuerte
—decía ella.
—Como te dé más fuerte me voy a
correr —dijo él.
—Pues hazlo en mi boca —dijo ella.
Siguió con las embestidas, cada vez
más fuertes y más rápidas, ella comenzó a gritar más, cada vez que sentía la
verga de su pareja en el fondo de su ser.
—Sigue gritándome, que voy a
explotar —dijo él, mientras la penetraba con todas sus fuerzas.
Salió de su interior, ella se agachó
y descargó todo su semen en la cara de su pareja, mientras ella acariciaba sus
huevos para darle más placer a la explosión de su pareja. Cuando ella me miró,
retiró la leche de su cara para meterla en su boca y es cuando él se dio cuenta
de que estaba viéndolos.
—Este es solo el principio —dijo él.
Efectivamente, durante lo que quedó de día, hubo más relaciones que tuvimos el placer de disfrutar, pero esas historias os las contaré otro día.
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