Limpieza profunda.
Cada vez tengo más amigos sensuales. Como es lógico, al
final, la sensualidad une a las personas. No he conocido a nadie —en mayor o
menor medida— que no le guste mantener relaciones. Las personas con los mismos
intereses siempre terminan encontrándose.
Una pareja se puso en contacto
conmigo a través de las redes sociales. Le habían hablado de mí, de lo bien que
lo habían pasado conmigo y querían vivir esa experiencia en sus propias carnes.
Evidentemente, siempre estoy abierto a todo y no encontramos impedimentos para
conocernos.
Ella trabajaba en una peluquería.
Ese día tenía bastante faena y me comentó que se retrasaría. Si no me importaba
que nos viéramos allí y después viéramos dónde íbamos. No hubo problema, por lo
que me presenté en su trabajo, a última hora, cuando se suponía que ya no
tendría clientes o estaría a punto de acabar. Mi sorpresa vino cuando llegué y
me encontré la puerta cerrada. Me acerqué al cristal —no se veía claramente el
interior—. Vi movimiento a través de la cristalera y di unos golpes en la
puerta. Tardó unos minutos y cuando se abrió vi a una mujer preciosa que vestía
con una bata de limpieza y estaba descalza. Me presenté.
—Encantada, te estaba esperando,
pasa —dijo.
Entré en el local y volvió a cerrar
con llave. Me fijé en que todo estaba impecable, por lo que entendí que, si
tenía una bata de limpiadora y estaba todo pulcro, habría acabado, pero seguía
sin comprender el por qué estaba descalza. Tras varios minutos de conversación
cordial, noté que ella estaba algo inquieta y ansiosa. Creía que se debía a los
nervios iniciales, tan habituales en este tipo de situaciones. Nada más alejado
de la realidad.
—Perdona, entiendo que esto no es
muy habitual, pero has llegado en el mejor momento y quiero seguir con lo que
estaba haciendo —dijo.
—Claro, no quiero entretenerte
—dije.
—No me entretienes, estamos aquí
para esto.
Me quedé un poco descolocado con la
conversación. De pronto, se abrió la puerta del baño y salió su marido desnudo
y con el pene erecto. Al aparecer él, ella se quitó su bata y dejó ver su
cuerpo desnudo. En ese momento, lo entendí todo. Estaban divirtiéndose cuando
llegué al local. Por eso ella tenía puesta la bata de limpieza —lo primero que
pilló para abrirme la puerta—, de ahí su inquietud, ya que la cogí deseando
seguir disfrutando de su pareja.
—No voy a ser yo quien corte vuestro
sexo —dije.
Él se sentó en uno de los sillones
donde se corta el pelo y ella fue hacia él. Se arrodilló delante y se metió en
la boca aquel miembro que estaba preparado para seguir disfrutando. Lamía,
escupía y se la introducía hasta el fondo de su garganta. Él suspiraba como si
se le fuera escapar su último aliento, fruto del placer que sentía con esa
felación.
Se la sacó de la boca. Con una mano
frotaba aquel glande rojo —volviéndolo loco—, con su lengua jugaba con los
testículos y con la otra mano se frotaba la entrepierna. Rozaba sus labios y se
daba golpecitos en el clítoris, aquellos golpes sonaban muy húmedos, ya que
estaba empapada por la excitación.
Tras la sorpresa inicial, mi cuerpo
empezó a reaccionar a aquellas vistas, comencé a tener calor y a molestarme la
ropa que cubría mi cuerpo.
Ella se incorporó, giró el sillón
donde estaba sentado su marido y lo dirigió hacia un espejo. Se colocó delante
para reflejarse en él y se sentó encima. Comenzó a rozar sus labios por su
verga para humedecerla, empaparla, lubricarla…, y así no ofreciera ningún tipo
de resistencia para ser penetrarla. Se la introdujo dentro y sus nalgas subían
y bajaban encima de él. El sonido del golpe de su culo contra el cuerpo de su
pareja sonaba por todo el local. Los gritos de ella se sincronizaban con el
momento en el que bajaba y sentía lleno su interior por el pene. Subía y bajaba
cada vez más rápido, sus gritos eran más escandalosos y su marido comenzó a
gruñir como si fuera un animal.
—No aguanto más, te lo voy a llenar.
—Dámelo, córrete conmigo.
La agarró por sus caderas, de la
fuerza de las embestidas, se levantó del sillón y la explosión llegó por ambos
a la vez. Sus cuerpos temblaban y sus pieles estaban erizadas del placer que
sentían.
Aquella vez empezaron sin mí, en las
siguientes ocasiones, comenzamos juntos, pero esa historia, en otra ocasión.
Dadle Visibilidad a
Vuestros Deseos
.jpeg)
Comentarios
Publicar un comentario