Pide tres deseos
Cada vez son más las personas que se quieren mejor a sí mismas. Siempre he pensado que esto es algo primordial: querernos a nosotros mismos y este es el claro ejemplo de mi nueva amiga.
En su momento, le hablaron de mí —de lo que puedo ofrecer— y comenzó a seguirme en todas mis redes sociales. Un día, se decidió a escribirme. Me contó que le encantaba lo que hacía y que la excitaba muchísimo, algo que no voy a negar que me flipa. La conversación se fue alargando y ella se fue tranquilizando, puesto que al principio estaba muy nerviosa.
—Te confieso que tengo tres fantasías y quiero llevarlas a cabo, pero no sé cómo hacerlo. No confío en nadie como para sentirme tranquila y poder disfrutar del momento sin tener que estar preocupada por otras historias. Soy muy activa sexualmente, pero la monotonía de mi matrimonio me está matando. Siempre terminamos haciendo lo mismo. Él arriba, yo abajo, en cuatro… —dijo.
Me comentó que bebía los vientos por su marido y por sus dos hijos, pero se sentía enclaustrada sexualmente. No quería entrar en ningún mundo que no fuese el tradicional, pero si quería quitarse tres espinitas que tenía clavadas y me comentó que se había decidido a llevarlas a cabo. La primera; hacerlo en un espacio público, al aire libre. Pero no sabía dónde y no quería que la vieran y mucho menos que alguien la pudiera reconocer. La segunda; hacer un trío —con un hombre y mujer—. Había estado con varios hombres, pero nunca con varios al mismo tiempo. Quitando aquella vez en la universidad, cuando se lió con dos chavales, en la misma noche. La tercera; hacerlo delante de una persona sin que esta actuara. Ver cómo podía llegar a excitarlo sin tan siquiera tocarlo, poniendo todas sus armas de mujer encima de la mesa. Hasta aquí todo dentro de lo habitual.
—No sé si podrás ayudarme a hacerlos realidad. Quiero cumplir contigo la tercera fantasía, aunque realmente me gustaría hacer realidad, las tres a la vez. Pronto será mi cumpleaños y quiero celebrarlo como me merezco —dijo.
Por un momento, perdí el habla. Me parece perfecto que cada uno quiera ir superando retos que nos marcamos, pero ella me propuso hacer realidad tres a la vez.
—Eso está hecho —dije cuando recuperé la voz.
Me pidió que me encargara de todo y así lo hice. Evidentemente, lo primordial era salvaguardar la identidad de mi nueva amiga —por eso vienen a mí—. Lo dispuse todo y el día anterior a su cumpleaños, fuimos a dar una vuelta con el coche. En un momento determinado, paré para que pudiera ver las vistas espectaculares de mi ciudad.
—Este sería un lugar ideal para cumplir una parte de mi fantasía —dijo.
Dimos un pequeño paseo por un merendero cercano y entre barbacoas, bancos y mesas…, ¡qué casualidad!, nos encontramos a una pareja de amigos míos. Nos sentamos a charlar con ellos, que al ser una pareja experimentada, saben hacerte sentir genial a su lado.
—Qué pareja más encantadora —dijo mi nueva amiga.
—Feliz cumpleaños —dije.
Su cara de asombro era como la de un niño pequeño el día de Navidad al ver el árbol repleto de regalos, pero esta, no tardó en cambiar a un rictus de perversión y lujuria cuando la pareja la rodeó y comenzaron su ritual.
Él, empezó a besarla dulce y suavemente en los labios mientras que ella hacía lo propio por su cuello, acariciando la silueta definida por el deporte de mi amiga —que se dejó llevar en todo momento—. No estaba delgada, pero sus carnes eran prietas y creadas para el placer. La pareja intercambió la posición y entonces era ella, quien besaba su boca de la forma más sensual que he podido ver. Él, mientras se agachaba, empezó a subirle la falda de tubo, dejando ver sus espectaculares nalgas. Las besó, las apretó, las mordió, hasta que su lengua empezó a jugar con su parte más íntima. Parecía gustarle, ya que no paraba de arquear la espalda para poder dar más acceso a esa lengua juguetona que la hacía estremecer
En la parte delantera, ya no se besaban, se chupaban y erizaban los pezones las dos, que aunque, sin conocerse, parecían estar bien sincronizadas. Me encantaba ver a mi amiga, jugando con un pezón en la boca a la misma vez que no podía cerrarla por sus propios suspiros de placer, que le hacían sentir la lengua traviesa que tenía ya jugando con su clítoris. Esos suspiros no tenían armonía. Esos jadeos —previos al éxtasis— que te salen del placer inmenso que estás recibiendo y que no puedes controlar. Él se incorporó dejando a la vista su verga, de forma felina. Ambas acercaron sus bocas y comenzaron a frotarla, lamerla y escupirla. La sincronización de las chicas, seguía latente, jugando con el miembro de forma armoniosa. Él estaba recibiendo placer directamente, pero ellas estaban disfrutando mucho más de la situación.
Como el regalo no era para él, hicieron que ella se sentara en una de las mesas, levantando su faldita deportiva, abriendo sus piernas y dejando ver su deseo totalmente depilado. Acercó a mi amiga hasta él para que probara las dulces mieles de una mujer. En esa posición, dejaba sus nalgas al descubierto y a disposición de lo que quisieran hacer con ellas. Y así lo hicieron. Él se acercó, rozó su miembro contra su clítoris y la penetró profundamente. Tras varias penetraciones, las embestidas, se volvieron salvajes —lentas pero salvajes—, haciendo que sintiera cada uno de los movimientos en su interior. Tras momentos de gritos de placer por parte de las dos, mi amiga se incorporó.
—Ahora quiero que me lo coma ella, mientras que le haces lo que a mí —dijo.
Se subió a la mesa, se abrió de piernas para que mi amiga pudiera sentir la lengua de una mujer jugando con sus labios de placer, mientras que veía cómo ella era penetrada, escuchando el sonido de los golpes de los dos cuerpos al chocar el uno contra el otro. Encima de esa mesa me miraba y disfrutaba de toda la escena. La situación nos estaba encantando a los cuatro. Las sacudidas de él, hacían que estuviera en las puertas del éxtasis y mi amiga lo sintió así.
—Quiero que te corras en mi cara —dijo.
Parece que fueron unas palabras mágicas, ya que tres segundos después, estaban las dos, de cuclillas frente a él, recibiendo toda una explosión de gusto en sus caras, tal como había pedido. Se volvió hacia mí.
—Me has hecho el mejor regalo de mi vida —dijo.
—Felicidades amiga —dije.
Tras aquel encuentro hemos vuelto a repetir los cuatro, pero eso ya os lo cuento en otro momento.
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