Pero..., ¡si soy hombre!

 Pero..., ¡si soy hombre! 

Hay personas que tienen tanto amor por dentro, que dárselo sólo a su media naranja, no les es suficiente. Es el caso de las dos chicas que me llamaron. Ambas eran muy activas en el sexo, por lo que siempre estaban buscando la forma de divertirse excitándose la una a la otra. En este momento, querían meter a una tercera persona en su relación —otra chica—, para completar su trío amoroso ideal. «De esa manera, el sexo nunca se acaba. Cuando se cansa una, empiezas con otra», decían.

Si lo piensas fríamente, la estrategia no estaba mal planteada.

—Me encanta que tengáis esa mentalidad tan liberal y que deis rienda suelta a vuestros deseos, pero no entiendo qué hago aquí si soy hombre —pregunté

Se miraron y automáticamente les salió una de las miradas más pícara que haya podido ver.

—Te hemos contado esto para que puedas intuir cuál es nuestra mentalidad, qué es lo que queremos y cuáles son nuestros deseos. Pero el que busquemos nuestra tercera conejita —así se autodenominaban—, no quiere decir que dejemos de divertirnos.

—Queremos follar y que nos mires. Nos encanta hacer todo tipo de juegos y nos excita muchísimo la idea de tener relaciones siendo observadas. Pero tenemos un problema; somos personas conocidas y no queremos arriesgarnos a que nuestras fantasías salgan a la luz.

Vieron la oportunidad perfecta conmigo.

Fui a su casa y me llevaron directamente a su cuarto de juego. No se andaron con rodeos. Tan solo me ofrecieron una bebida subiendo las escaleras. Se notaba su ansiedad por empezar. Tenían una habitación totalmente preparada para hacer realidad todas sus fantasías; una cama gigante, un jacuzzi, juguetitos, arneses, sillas colgantes, muebles de placer…

Poco menos que me empujaron al sofá que había en medio del cuarto de juegos y se empezaron a besar. Y digo besar, sin saber si está bien definido, ya que sus labios en ningún momento se tocaron, eran sus lenguas ardientes las que jugaban entre sí, lamiéndose la una a la otra. Dejaron caer sus mini camisones de seda al suelo, pudiendo ver sus cuerpos esculpidos por el gym.

—Como ves no somos voluptuosas, creo que somos tan delgaditas por el calor que llevamos dentro y por todo el ejercicio que hacemos una con la otra.

Mi sensación de asombro por su naturalidad y por la habitación, solo me dio para asentir con la cabeza.

Sus pechos firmes se buscaban para sentir el calor de la otra, sus manos acariciaban el cuerpo de su pareja sin llegar a zonas erógenas. Subidas en la cama, de rodillas, una frente a la otra, embadurnaban sus cuerpos en aceite, un aceite con un aroma embriagador, solo su olor hacía que te entraran ganas de probarlo y lamerlo, como ellas estaban haciendo. Sus lenguas recorrían todo sus cuerpos, lamiendo, chupando, besando cada rincón de su ser.

Una de ellas, se tumbó en la cama, dejando su cabeza justo debajo del coño de su pareja. Su lengua afilada y húmeda rozaba los labios, haciendo suspirar a quien estaba recibiendo ese regalo en forma de lengua.

 —¡Cómeme entera! —dijo una de ellas.

Dicho y hecho. De lamer los labios fue directamente a besar el clítoris, chuparlo, y succionarlo con toda la sensualidad del mundo. Esa lengua se introducía en la vagina, lo que hacía que las piernas se separaran aún más, para que no encontrara ningún obstáculo en su camino.

—Hazme lo que me gusta —susurró.

Le encantaba que le lamieran el perineo, tanto era así, que su cuerpo se arqueó hacia atrás, haciendo que la nariz de quien le daba tanto placer rozara su chiquitito, como lo llaman los entendidos.

Desde arriba, abrió las piernas de su pareja y directamente, introdujo su boca entre los labios húmedos y velludos que se mostraban ante ella; el sesenta y nueve perfecto.

—Escucha como grita la guarra de mi conejita.

Interactuaban conmigo con comentarios como este. No solo querían que las observarse, sino que me relacionara con ellas. Les encantaba que les dijera cualquier tipo de guarrería que hacía que se encendieran más.

Sus cuerpos entraron en sintonía total. Parecía que tenían ensayada una coreografía perfecta, hasta cuando gemían y gritaban. Con gran agilidad y, gracias al aceite que envolvía sus cuerpos, realizaron un movimiento que las llevó a juntar sus vaginas una con la otra. Ambas mantenían su culo en el aire y rozaban sus clítoris con firmeza y acompasadas. Las dos no paraban de mirarme, era como si mi presencia les diera el plus para rebasar las barreras jamás pasadas.

—No aguanto más, no aguanto más, me voy a correr.

—Córrete conmigo, empápame de tu caldo.

Y literalmente, así ocurrió. Al explosionar las dos, los gritos así lo determinaron. Una de ellas, tenía la suerte que su pareja al correrse lo hacía como las fuentes, por lo que se corrió en su cuerpo y esto hizo que su clímax aumentara. No conseguí distinguir si le gustaba más correrse ella o que su pareja se corriera encima de su cuerpo.

Se dejaron caer en la cama y sus cuerpos húmedos intentaban recuperar el aire que habían perdido gritando de placer. Se giraron hacia mí y comenzamos a charlar con toda la intimidad del mundo.

El resto os lo cuento otro día.

 

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