Cero etiquetas, todo placer

Cero etiquetas, todo placer

La mayoría de los hombres que contactan conmigo es porque quieren que atienda los deseos de sus mujeres o que presencie cómo mantienen relaciones con ellas. Pero también existen los hombres que les gusta sentirse observados a solas o incluso aquellos que tienen pareja e hijos. Les da morbo estar enfrente de otro hombre y sentirse observado.

Este es el caso de este caballero que contactó conmigo. Tenía una vida tradicional, con mujer y dos preciosos hijos, pero en lo más hondo de su ser, tenía deseos primarios con personas de su mismo sexo.

Cuando nos conocimos en persona, fuimos a tomar unas cervezas —cosa que me encanta—, ya que de esta forma puedo conocer más a mis nuevos amigos, romper el hielo y tomar más confianza para lo que nos espera después.

 —Me encantan las mujeres. Soy ese tipo de hombres que se vuelven cuando ven el cuerpo de una escultural para poder mirarlo mejor —dijo.

Cuando empezamos a hablar de los deseos más ocultos, tenía uno que le hacía dudar de su orientación sexual. Su deseo más primario era el de masturbarse con hombres, pero por su vida y su situación le resultaba muy complicado poder llevarlo a cabo. Contó conmigo, porque sabía que su secreto estaría a salvo.

—No me gusta tener relaciones sexuales con hombres y tampoco me excita su cuerpo desnudo. Lo que me pone a mil es ver cómo un hombre se toca su pene y masturbarme a la misma vez que él —dijo.

Esto solo lo había podido realizar viendo películas para adultos, pero decidió dar el paso para hacerlo realidad. Él sabía que yo no participaría en la parte de masturbarme, pero sí quería hacerlo él y que un hombre lo estuviera observando.

—A veces dudo si soy gay o hetero —dijo.

—No entiendo la manía que tenemos de querer encasillarnos, siempre. Simplemente eres una persona que tiene una serie de deseos y no por ello tienes que etiquetarte en una tendencia sexual —dije.

Después de charlar un rato largo y aclarar cualquier tipo de confusión que pudiera surgir, fuimos a la habitación de hotel que él había reservado en mi ciudad. Normalmente soy yo quien se desplaza, pero sus ganas, le hicieron trasladarse hacia mi lugar de residencia. En cierto modo, me sentí halagado.

Llegamos al hotel, él ya había dejado sus cosas allí, subimos y al entrar en la habitación, no paraba de dar vueltas, estaba muy nervioso por lo que le aconsejé un baño relajante con agua caliente y así lo hizo.

La ropa que dejó en el cuarto de baño para volver a vestirse se la metí en el armario al igual que la toalla, por lo que no tuvo más remedio que salir desnudo a la habitación. Aunque la situación era chocante, tras haberse quitado los nervios en la ducha, pareció aceptarlo de buen grado.

—¿Ahora, qué hago? —preguntó.

—Es tu fantasía. Da rienda suelta a tus instintos más primarios —contesté.

Se acercó a la ventana del balcón con su cuerpo desnudo y húmedo por no secarse tras su ducha, apoyó sus fuertes manos en el cristal —era un hombre muy urbanita, pero con cuerpo rudo—, y suspiró profundamente.

Yo, sentado en el típico sillón de las habitación de hotel  —como si de una película X se tratara—, pretendía hacerle recordar las situaciones de las películas que él veía y que podía hacerlas realidad. Sacó de su mesita de noche un pequeño neceser. Parece que venía preparado para cumplir su sueño. En ese pequeño bolsito de los deseos, tenía lubricante con su olor favorito, condones y un huevo masculino. Este juguete erótico, se usa para la masturbación masculina, poniendo el huevo de silicona en el pene. Con su textura y lubricación adecuada, te hace tener una sensación muy parecida a la de la penetración. Se sentó de una forma muy masculina en la esquina de la cama que estaba mas cerca de mí, con las piernas abiertas, dejando al descubierto su miembro más erótico.

Yo no estaba dentro de sus pensamientos, pero no tendrían que ser nada desagradables, ya que su pene comenzó a aumentar de tamaño sin ni tan siquiera recibir el más mínimo roce. Es cierto que, en la posición en la que se encontraba, su culo estaba en la esquina de la cama y hacía un pequeño pero incesante movimiento de cadera, por lo que entendí, que el inicio de la erección venía propiciado por el masaje que se hacía en el punto G de los hombres.

Comenzó acariciando sus rodillas y sus muslos, rodeando con la punta de sus dedos el escroto. Su polla, llegó a su límite de aumento, por lo que solo le quedaba la elevación de la erección. Cuando subió —cual mástil al arriar la bandera—, la roció con su lubricante, tan solo el olor ya le hacía poner cara de deseo, se notaba que su sueño se hacía realidad y lo estaba exprimiendo al máximo. Ya no rozaba su escroto, agarraba firmemente sus huevos y jugaba con ellos. Sus gestos corporales indicaban que el deseo más escondido que tenía estaba saliendo de lo más profundo de su ser. Pasó su mano a lo largo de su polla —su buena polla—, la persona que la tenga para su uso y disfrute, seguro que la goza mucho. La tenía muy bien cuidada. No tenía ni un solo vello, ni en la zona púbica, ni en el escroto, por lo que el roce era más sensitivo y placentero. Pasaba su mano desde el pubis hasta el límite del capullo, bombeando toda la sangre hasta su punta. Su glande, cada vez era más grande y su color rojo más intenso por los movimientos que él realizaba. Todo ello complementado con el lubricante efecto calor y frío. Hasta ese momento, aún no se había tocado el capullo pero, a estas alturas, los movimientos de su cuerpo gritaban sexo por todos los sitios, hasta el punto de que sus ojos ya llevaban un rato cerrados, disfrutando en cuerpo y mente del momento.

Ya no le hacían falta lubricantes artificiales, creando él mismo el suficiente para tener su polla embadurnada y bien húmeda. En ese momento, es cuando entró en acción su capullo y sus movimientos ya no tenían límites. Agarró su polla y de principio a fin la frotaba; más fuerte, más duro, más rápido… Sus gemidos no se podían sujetar en su boca, salían de forma natural e involuntaria. Mientras con una mano masturbaba su polla, con la otra acariciaba sus huevos, ese fue el detonante y el complemento perfecto. Ese botón que cada uno tenemos y que nadie mejor que nosotros sabe cómo activarlo. Hizo que la explosión de sexo fuese una realidad, cumplió uno de sus sueños sexuales y la experiencia le encantó, ya que desde entonces ha repetido en varias ocasiones.

Ya no tiene dudas de si es gay o no, ahora se preocupa por llegar al siguiente nivel en la exploración de su sexo.

Dadle Visibilidad a Vuestros Deseos



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